miércoles, 15 de febrero de 2012

Comiendo con los ojos

Una robusta sopa de letras hace la boca agua a los lectores ávidos por milagros de las dietas de papel, haciendo con que, literalmente, que “la gente coma con los ojos”

Calorías engordan, la obesidad es una enfermedad crónica y las dietas no funcionan. Bebidas alcohólicas engordan, lipoaspiración no adelgaza, mezclar alimentos no engorda. Un buen medico o nutricionista puede informar eso a cualquier persona interesada. Pero esos millones de persona, infelizmente, prefieren informarse leyendo libros sobre dieta. Todos los expertos, sin excepción, predican una “reeducación alimentaria”, o sea, cambios de hábitos a la mesa, ejercicios regulares y buen sentido. Nada, además, que las madres o abuelas de los lectores de esos libros no les hubiesen recordado siempre.
Ese “boom” de la industria de libros sobre dietas, forma un raro sub grupo literario donde a sus lectores parece que les encantan ser engañados. Son generalmente escritos por periodistas que entrevistan médicos que los firman, no brillan por su estilo y son llamados estafadores y pueriles. Mismo así, cada año muchos millones de dólares de esos libros son vendidos solo en USA, incluidos videos, gimnasios, conferencias, alimentos y remedios.

La historia de ese género literario tiene un comienzo sombrío. Quiso el destino que justamente un agente funerario, William Banting (1797-1878), escribiese el primer libro dedicados a la buena silueta, “Letters on Corpulence”, publicado en Londres en 1863. A los 30 años, Banting ya no conseguía atar los zapatos, después a los 65 con 1,65 de altura y más de 90 kilos, buscó a un médico, Willian Harley, que le recomendó pescado y pan tostado como menú único, prohibiéndole el pan natural, la margarina, la sopa, leche, azúcar, cerveza y la patata, mas o menos lo que se receta hoy en día en todos los libros de las llamadas dietas milagrosas. Banting perdió 18 kilos en un año y contó su experiencia en el libro que inauguró una prospera descendencia.

La persistencia y multiplicación de esos libros en librerías puede ser explicada, en parte, porque se sabe que en los países ricos, es mucho más fácil morir por el exceso de comida que por su falta. Sus autores no son sólo médicos, hay también abogados, sociólogos, administradores de empresa, actrices que se sienten autorizados a “meter su cuchara” en la barriga ajena.

Hay gente también que gasta mucho dinero para saber que “el filete es un plato de carne con contenido calórico muy variable” y que “el matrimonio es un evento muy comúnmente asociado al inicio de la obesidad, principalmente entre los hombres”. Esas informaciones y mucho más, como la “impagable entrada” de que “el dulce es un alimento con gran cantidad de azúcar”, están presentes entre las más de 900 entradas del libro “Adelgazamiento de A a Z”, del endocrino Walmir Coutinho. El médico aun afirma que la obesidad es una enfermedad crónica y que ya tuvo tratamientos mucho peores, como el los tiempos que se hacia el jaw-wiring, “la cosedura de la boca”.

Claro que nadie hace eso hoy en día, pero pasan cerca proponiendo un arsenal de restricciones y maldiciones a los que asaltan sus neveras durante la madrugada. O a los que tienen la obligación social de comer, como los ejecutivos, por ejemplo, a los cuales se destinan libros como “Como adelgazar en Comidas y Cenas de Negocios”. El autor francés, Michel Montignac, promotor, se enorgullece de que hace muchisimos años no come batata y no bebe café. Su guía es “hueso duro de roer”, y le recuerda a su público que desea comer demás, que no se puede olvidar que “un ejecutivo joven y ambicioso debe afilar sus dientes solo contra sus colegas”. El autor aun no les deja en paz a sus clientes refiriéndoles a ellos mismos que, al intentar comer un simple canapé, sería como perder un segmento del mercado con frases como esta: “¿Te quedarías satisfecho con un 4% o 5% del mercado, si su equipo de ventas y de marketing fuera capaz de alcanzar un 12%? Claro que no”.

Algunos de esos recetarios de la delgadez, que suelen transformar la vida de sus lectores en un infierno, se vuelven comprensiblemente en contra de las propias dietas. Es el caso del libro “Abajo las dietas”, de Rachel Swift, filosofa inglesa y autora también de “Orgasmo: el placer de la mujer”, destinado a las mujeres que quieren librarse de la ansiedad, del mal humor, de las presiones y que quieren ser felices. Según la autora, algo de sobre-peso protege las enfermedades, retarda el envejecimiento precoz, aumenta la fertilidad y el deseo sexual. El plan que ofrece incluye comida abundante y sabrosa además de coleccionar fotos de gordas famosas. La autora concluye aun que las dietas son “antisociales, desagradables, ineficaces, algunas peligrosas y con mucha frecuencia engordan”.

La angustia del gordito, se localiza en la cabeza y no el en estomago y si eso le hace sentir mal consigo mismo, el adelgazamiento es capaz de provocar una transformación psicológica.

De lo anterior es fácil descubrir el porque. La altura media de la mujer en el mundo es de 1,65 y el peso de 65 kilos, mientras que las modelos miden alrededor de 1,80 y pesan 54 kilos. El desorden mental que esos patrones imponen es impresionante. Según el National Institute of Mental Health, 70% de las mujeres americanas entre 14 y 21 años hacen dieta, talvez de por vida y que algunas de ellas sufrirán fatalmente de bulimia o anorexia.

El remedio para estar dentro de los patrones de belleza, según algunos médicos, es tomar remedios tales como moderadores de apetito, drogas y anfetaminas y tranquilizantes, garantizando efectos duraderos y milagros rápidos.

Declaraciones como esas equivale a decir que ser delgado es la excelencia máxima de la condición humana. Pero como eso no es verdad, la creatividad literaria en relación al tema busca nuevos campos, mucho más allá de huesos y gordura. Es de eso que trata el best seller “El punto Z, la Dieta”, que vendió más de 1,1 millones de libros en Estado Unidos. Va dirigido no a los comilones y hambrientos, y si a los enfermos de verdad, los cardiacos, como uno de los autores, Barry Sears, bioquímico, con 1,95 de altura y 105 kilos. Para escapar de la muerte prematura, el descubrió y estudió el “Punto Z”, “un estado de euforia difícil de atingir y mantener”. No es receta o droga. Según el autor, el Punto Z es un estado saludable, un estado metabólico en el cual el cuerpo funciona con máxima eficiencia, y que puede ser atingido por todos. Fuera de ese estado, la vida es solo normal, o anormal, o sea es aburrida. El cita a Pelé para describir esos momentos en que todo es pura euforia: “Sentí una tranquilidad rara, que podría correr el tiempo todo sin cansarme, que podría driblar a cualquier jugador del equipo o todos ellos a la vez, que podría pasar físicamente a través de ellos”.

El secreto para entrar a tal paraíso seria el control de los “eucosanoides”, súper hormonas que pueden controlar a otras hormonas. Son tan antiguos en el cuerpo humano que para controlarlos seria necesario volver a una dieta neopaleolítica, equilibrando las mismas proporciones entre proteínas y carbohidratos como la que era consumida en las cavernas, cuando los hombres pasaron a comer mas granos y vegetales y menos proteína animal. O sea, los vegetales engordan desde los tiempos del hombre Neanderthal.

La búsqueda por un “cuerpo perfecto”, pre definido por los medios de comunicación, generó una industria de ese tipo de literatura que dejó, y aun deja, a millares de lectores insatisfechos y sin adelgazar, siendo que hoy en día la obesidad ya ha superado la desnutrición, según datos de la Cruz Roja Mundial.

Lo que es importante de verdad leer en esos libros es lo que los autores siempre avisan: “que la responsabilidad es exclusivamente de quien lee el libro”. O sea, a veces es mas seguro ni abrirlos.



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